Esa silla
Juan apretaba con fuerza el balón
entre sus manos. Era el partido más importante de la temporada, quizás incluso,
el más importante de toda su vida. Gotas de sudor perlaban su frente. Notaba un
cosquilleo que iba en aumento en su estómago. Las miles de mariposas que
guardaba en su interior, parecían estar a punto de salir volando. Cerró los
ojos e inspiró con fuerza. Valor, se dijo para sí. Entonces el árbitro pitó. Juan
abrió rápidamente los ojos, justo en el momento en el que su amigo marcaba el
gol. Todos sus compañeros saltaron y gritaron celebrándolo. Él permaneció allí,
en su silla. Esa misma silla que le había impedido disputar el partido. Esa
misma silla que le impediría volver a jugar cualquier otro partido. Esa misma silla
que le negaba lo que más amaba, correr y chutar un balón.
Participación en el concurso de Zenda #historiasdefútbol
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