Tan muerto, tan vivo



De pronto parpadeo confuso, no puedo creer que por fin la tenga delante de mí. Hace años que no la veo, pero sé que es ella. No consigo pronunciar su nombre. Siento que el corazón me ha dejado de latir. Me doy cuenta que llevo en mis manos el ramo de rosas amarillas que le compré esta mañana, sus preferidas. Me sonríe y vuelvo a ser el hombre más feliz del mundo, como antes lo era. Había escuchado muchas historias de apariciones aquí en México y, pese a estar ansioso para que eso me pasara, no lo había conseguido, perdiendo ya toda esperanza. Se ve tan etérea… tan frágil… no ha perdido un ápice de su elegante belleza. Esos ojos en los que me perdía y que tanto he añorado, están fijos de nuevo en mí. Dice mi nombre y… un ruido ensordecedor me hace desviar la mirada de mi amada. Enfadado por encontrar el motivo de la distracción, observo a nuestro alrededor. Hay una ambulancia, un par de coches volcados, un policía que habla con transeúntes, … parece un accidente de tráfico. Observo mejor y hay un cuerpo tumbado en el suelo, sobre el frío asfalto. Un médico intenta reanimarlo, aunque sin mucho éxito. Cierro los ojos y recuerdo… recuerdo que estaba conduciendo mi coche, un fuerte golpe, … alguien se había saltado un stop. Entonces todo se volvió negro. Suspiro con fuerza. Vuelvo a escuchar mi nombre y dejo de preocuparme. Nada más me importa salvo ella. Llevo muchos años esperando este momento. Volver a verla, a sentirla junto a mí, oler su maravillosa fragancia, escucharla decir mi nombre, … ¿Puede haber algo más maravilloso? Sí, su sonrisa, como la que me está mostrando en este mismo instante. Despacio y con delicadeza, como siempre ha sido ella, tiende su mano y coge el ramo de flores de las mías. Un leve roce de sus dedos al separarse me hace sonreír. Definitivamente es ella y, definitivamente estoy muerto, aunque llevo muchos años sin sentirme tan vivo. 











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