El relevo
Pensativo, mira por la ventana.
Finalmente su momento más temido ha llegado. Infinidad de veces le habían dicho
que se preparara, que estudiara, que tarde o temprano el puesto sería suyo, ...
Se había reído en todas esas ocasiones y siempre había contestado lo mismo, que
no estaba hecho para eso. De nada servían ahora los consejos recibidos, las
palmaditas en el hombro, la de veces que hubiera estado a su lado ayudándolo, …
ahora sería él y solo él el que se enfrentara a todos. Respira con fuerza. No,
no está preparado. Nunca lo estaría. Demasiada responsabilidad.
Un golpe en la
puerta hace que se ponga en tensión, pero una dulce voz le hace relajarse al
instante, el suficiente para que ella pase y se coloque a su lado. En su mano
una taza de chocolate y en sus labios una sonrisa: “–Hijo, es tu turno. No
tienes que ser él, solo deja que la magia inunde tu corazón y ella se encargará
de todo”. La mira a los ojos y ve la fuerza que transmite pese a los años y al
cansancio acumulado. Esboza una tímida sonrisa como respuesta. Ella le ofrece
de nuevo la taza, a su marido siempre le sentaba bien. Le acaricia la mejilla y
sale de su habitación.
Él mira la taza y cierra los ojos, recuerda a su padre
tomarla… La acerca a sus labios y bebe. Saborea el dulce chocolate con un toque
picante, como a él le gusta. Sonríe, su madre es muy especial. ¿Encontraré alguna
vez a alguien como ella? Sonríe de nuevo y sus palabras resuenan en su cabeza,
“no tienes que ser él”. Coge aire con fuerza y una nueva determinación se abre
en su pecho, ha llegado mi momento, se dice para sí mismo. Coge el gorro y se
lo coloca ante el gran espejo. Los copos de nieve salen de él y revolotean en su
rostro, haciéndole cosquillas. “Deja que la magia inunde tu corazón”. Y eso
hace, la deja que entre y sonríe con ganas. Al instante de sus labios brota su
nuevo grito de batalla: –Jo, jo, jo!!!!
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