Como cada mañana desde que él se jubiló, Juan y Juana salen de su pequeño piso temprano. Cogidos de la mano, dan un paseo de unos quince o veinte minutos, sus cansadas piernas no aguantan mucho más. Con una sonrisa, continúan con su rutina. Primero se dan un beso y cogen la bolsita que ella lleva a su espalda. Se sientan en el que ya es su banco de ese rinconcito del parque. Dan un sorbo de su botella de agua y trastean haciendo ruido con la bolsa de plástico que llevan. En ese momento, como atraídas por un imán, empiezan a llegar las palomas, sus palomas. Sonríen mientras terminan de sacar la bolsa. Llevan pan desmigajado, supuestamente del que les sobró el día anterior. En realidad compran ese pan para ellas. Durante unos treinta minutos más o menos, Juan y Juana les dan de comer y les hablan. Les cuentan cómo se conocieron, el momento en el que ella le dijo que sí ante el altar, … historias de una vida en común. Algunas veces, como si de sus hijos se tratase, les regañan por pe...