Viaje, brújula,...

Viaje, brújula, tu nombre, frigorífico, playa, lluvia, amor, jaula y adiós

Decidida a pasar unos días alejada de casa, hice una mochila con cuatro cosas. Lo imprescindible, aunque eso sí, sin olvidarme de mi sombrero y mis gafas de sol. La crema protectora se me olvidó, pero pensé en comprarla cuando llegara a mi destino. A mi destino, pero… ¿cuál era? En realidad solo tenía una cosa clara, conducir para alejarme de todo y de todos. El límite, el depósito de mi coche que, menos mal, lo había llenado la noche anterior.

Desistí de poner el gps, total no sabía donde quería llegar, qué importaba cómo lo hiciera o cuánto tardara. Recordé la brújula tatuada en mi espalda, ella sería la que guiaría este viaje, como venía haciendo con mi vida desde que tomé la decisión acertada de llevarla en mi piel.

Siempre me han gustado las cosas simples y no hay nada más simple que las cuatro letras N, S, E y O. Sonrío, simples pero que son capaces de orientarnos incluso bajo un cielo sin estrellas. Enseguida se me borra, también simples eran las letras de tu nombre y aquí estoy ahora, huyendo de ti.

Seguro que a estas alturas ya has leído la nota que te he dejado en el frigorífico, no hay lugar que conozcas mejor ¿verdad? Todo lo que puedas necesitar está dentro y claro, como se repone sola… En ella aparecen también pocas letras, sintetizar lo que quiero expresar incluso mis sentimientos se me da bastante bien.

Paro un momento para estirar las piernas y descansar de la agotadora postura. También como excusa para poner en orden mis ideas. Una fresca brisa me despeina y me hace cerrar los ojos. Respiro con fuerza. Al cabo de unos segundos me llega la imagen de mis pies descalzos hundiéndose en la arena y el rubor de las olas en aquella orilla, nuestra orilla. Muevo los dedos en busca del roce furtivo de nuestras manos y hasta soy capaz de saborear la sal de tus labios. Sonrío. Sin duda aquel verano fue el mejor de mi vida y el refugio donde protegerme estos años.

De pronto siento como la tormenta irrumpe en esa imagen, en mi recuerdo feliz y el agua que cae desdibuja todo a su paso. Ya no hay orilla, ni huellas que desandar, ni caricias, ni mariposas aleteando fuertemente en mi interior,… ya no queda nada.

Siempre he pensado que esa palabra que puede leerse al derecho y al revés y que tanto significó cuando me la dijiste en aquella playa, fue la misma de la que brotaron estas cadenas que me atan a ti y de las que, hasta ahora, no he tenido la fuerza ni la valentía de romper.

Empieza a llover y, lejos de volver al interior del coche, dejo que el agua también tenga ese efecto sobre mí, que me desdibuje. Que haga desaparecer todo este miedo que llevo dentro, toda la vergüenza que siento, que se lleve esos recuerdos felices a los que me aferraba y que eran tu excusa para seguir comportándote así conmigo, que purifique mi alma cansada, que me vacíe de culpas.

No, no ha sido fácil este maldito confinamiento en la jaula de tus brazos.

No, no ha sido fácil darme cuenta que este viaje que he emprendido es un viaje sin retorno.











Participación en el Concurso de #historiasdeviajes de Zenda e Iberdrola


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