Marco ese día se había levantado más tarde de lo habitual y no llegaba a tiempo a clase. Pensó en coger el autobús, pero recordó que la parada quedaba algo retirada y, calculando el tiempo de espera, llegó a la conclusión de que tampoco estaría para el inicio. A primera hora tenía a uno de los profesores más duros del instituto y a éste le encantaba resaltar las miserias y no virtudes de sus alumnos. La puntualidad, o mejor dicho la falta de ella, era uno de sus temas favoritos y podía dejarte en ridículo con su verborrea tan solo por sobrepasar las en punto. No, no quería ese tipo de atención y menos tan temprano. De pronto recordó que en el garaje su padre guardaba las bicicletas de él y de sus hermanos. Alguna me servirá, pensó con un brillo de esperanza. Preparó rápidamente su mochila y cogió la que más se le adaptaba a su cuerpo desgarbado. Había crecido mucho el último verano. En cuanto se montó le vino a la memoria el recuerdo de aquellas tardes en las que pedaleaba con su ...