Siempre tengo un atardecer en las suelas de los zapatos Siempre tengo un atardecer que amenaza con desbordarse Siempre tengo un atardecer que me enriquece las letras
Esperó y esperó, pero… ¿Cuánto debía hacerlo? ¿Cuándo se notarían los cambios? Hacía ya un buen rato que se había tomado las doce uvas, con algo de oro en la mano derecha y un pañuelo rojo atado en su cuello. Había brindado con ganas para despedir este 2020 de mierda y con las esperanzas puestas en el nuevo año. Aunque aún no había notado nada, ningún mínimo atisbo de que todo fuera mejor. Miró la televisión cambiando de canales y paseando por esos rostros alegres y motivados que hablaban con alegría, pero no entendía nada. Despertó con una sensación de quemazón en su pecho. Se incorporó y se dijo para sí que lo mismo todo había sido una terrible pesadilla. Se pasó las manos por el rostro antes de mirar a su alrededor. Los restos del pollo asado precocinado lo observaban desde la mesita y la vacía botella de cava parecía reírse de él. En la televisión el programa de saltos de esquí característicos del día uno le acogieron con un terrible frío que hizo estremecerse. Cogió su móvil y...